Rodrigo Ramos Bañados
Alto Hospicio
Editorial Quimantú
$2.500 | 115 pags. | Libro tapa blanda
Crear una línea de narrativa en la nueva Editorial Quimantú era un desafío que durante años hemos tratado de realizar. Como era de esperarse, en realidad como todos los caminos que hemos tomado como editorial, no fue tarea fácil. Tuvimos buenos comienzos, pero al tratar de concretar los hechos, este desafío se iba poniendo más fiero.
Hasta que llegó este libro a nuestras manos. “Alto Hospicio” es el primer número de la Colección Creando En-Señas, dedicada a la narrativa nueva, abriendo nuevas vetas para esta editorial que, pasito a pasito, se va haciendo de más libros en su catálogo, en todas las formas y fondos que el libro pueda tener, siguiendo la premisa principal que ya es nuestra característica: textos de calidad a precios bajos.
En ese sentido, agradecemos la confianza entregada por Rodrigo Ramos al pasarnos su texto y asumir el desafío junto a nosotros, un escritor joven pero con bagaje en este asunto de unir letras creativamente, pero que por primera vez publica una novela.
El riesgo abre cada una de nuestras rutas y esta no es la excepción… comenzando esta nueva colección con una novela negra con formato de blog, siguiendo los detalles de hechos reales: la serie de asesinatos perpetrados en la pequeña y pobre localidad del norte de Chile, que fue foco de atención hace algunos años, por la brutalidad de los actos, pero, por sobretodo, por la desidia con que las autoridades trataron el tema.
Dejamos en sus manos este nuevo hijo de Quimantú, esperando que el riesgo no haya sido en vano, sino que una luz de alerta para aquellos que les gusta crear estas señas, puedan ayudar a poblar esta colección.
Editorial Quimantú
Siempre había crímenes con putas o travestis en Iquique. La mayoría no se aclaraba. Las putas y los travestis nunca fueron prioridad para la policía. Ceballos nos dejó en el Hostal J. Pérez. A la puta le pareció extraño el chófer. Me dijo que sintió miedo, pero más por mí que por él. Dijo que Ceballos parecía chófer de funeraria y que yo tenía cara de de-ge-ne-ra-do. Pensó que después la llevaríamos a otro lado, por la playa lejos. Me aclaró después que la desconfianza es algo normal entre las putas, porquerías de su oficio de putas.